Falso recuerdo / Ithaca, NY (2019) y Año dos mil (2006) de Matías Ayala

"Falso recuerdo / Ithaca, NY" (2019) son dos libros de poesía que se encuentran en el anverso y reservo de este volumen. Ambos combinan los textos con distintas series de fotografías, análogas y digitales respectivamente. "Año dos mil" es un libro de poemas Beuvedráis Editores (www.bvdrais.cl), octubre del 2006.

25 agosto, 2014

 
Este libro se puede bajar acá:

14 agosto, 2014

 

AÑO DOS MIL, p. 13

AÑO DOS MIL


Cuando niños mis hermanos y primos
jugábamos a este juego: si alguien
era hallado enseñando el trasero
o en una posición demasiado obvia

(recogiendo algo del suelo, por ejemplo)
se lo pateaba en el culo bien fuerte,
o no tanto también, como mostrando
clemencia, y acto seguido se decía:

“patada no vale hasta el año dos mil”,
endosando la venganza a un futuro
lejano, eximiéndose, así, de alguna
represalia. En esos veranos todos

nos pegábamos mucho. Por esa época
además, me acuerdo haber pensado:
“la cantidad de golpes que nos vamos
a dar el año nuevo del 2000”.

Pero después fuimos perdiendo esta
costumbre salvaje y mientras crecíamos
y la fecha fatídica se acercaba
supe que nadie se iba a acordar.

Tampoco yo me atreví a mencionarlo.

11 agosto, 2014

 

Villa Sapito

De 14 años fue asesinado ayer Matías Ayala
en medio del fuego cruzado de dos bandas,
de un balazo en el pecho, en la villa Sapito, Lanús Este.

“Murió sin saber por qué lo mataron”,
Dijeron que sólo pasaba por el lugar,
nada tenía que ver con armas ni vendettas,

sin embargo, una vez removido
el cadáver del adolescente no hubo testigos
ni fuentes, nadie dijo nada.

En la perpetua noche eléctrica de la Red
supe de la muerte de mi homónimo, de mi azaroso
doble en la periferia de Buenos Aires.

Banalmente intentando cerciorar mi realidad
supe de mi irrealidad con un torcido gozo
y fue similar, eso sí, a la sensación

que tuve esa misma tarde en que distinguí
a un conocido en el pasillo de una librería
y, en una pirueta impropia, me escabullí

para ahorrarme una conversación banal,
aunque lo paradójico sucedió en la vereda
cuando divisé a un ex-compañero de curso

y creí percatarme cómo me reconoció
pero sus gestos –más rápidos que los míos–
dieron a entender justo lo contrario.

05 agosto, 2014

 

Elegía a Enrique Lihn, p. 63

Quizás una elegía no sería una mala idea,
después de todo, hacer versos para un fantasma
es apropiado por parte doble: acto gratuito
en honor a alguien inexistente, sujeto y objeto
identificados en su mutua inanición.
Quizás no sería vergonzoso ser como aquellos seres
que germinan en los pliegues del cemento,
humus agazapado a la humedad
que late con frecuencia imprecisa,
y cuya hazañas no son un salario ruidoso,
más bien como patriotas de una nación lejana
portan orgullosos un estandarte que nadie reconoce.

Tú bien sabías de eso y también de esto:
del arte confuso de la palabra, esa sopa
en donde el melodrama se transmuta en oropel
y la crítica se torna una cautelosa dolencia
o un rencor que es necesario domar.
Tu bien sabías esto de escribir por escribir
convirtiendo las dudas en lemas
y los lemas, en dudas,
vivo pero desdoblado en voyerista
del cuerpo de la palabra, ese un ritual vacío
y trascendente por partes iguales.

Te saco a colación, entonces, finado Lihn
no para recrearme con la huija del verso
sino sólo para avisarte que nada te has perdido
en estos 13 años que llevas bajo tierra:
lo Real sigue huyendo, las mentiras son flores,
son malezas en la boca de hombres;
te perdiste, eso sí, paladear cómo abdicaba el dictador
(10 años se demoró en cámara lenta).

Ah Enrique, la comunicación con los espíritus
no es negocio fácil así que vamos al grano:
no eres más leído, más querido no eres,
pero te puedes complacer de que no te hayan hecho
un santo, un souvenir, una cifra de consenso.
Y en estos días de tránsito se puede decir
que en los arrabales del Parnaso
tus bengalas son nuestras señales de ruta.

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